En medio de un mundo hiperconectado, con un “información a un clic de distancia” que a su vez es bombardeado de desde diferentes canales que buscan llamar la atención de los consumidores, impactando la manera en la que nos relacionamos con otros, discutimos, generamos relaciones afectivas y decisiones políticas, es inevitable cuestionarse cómo se vinculan las estrategias tecnológicas dentro del ámbito educativo.
Mucho más allá de la dotación de aparatos tecnológicos a los salones de clases con estrategias como OLPC -One Laptop Per Child- sino en la percepción del uso de las mismas y de sus lógicas en los ambientes de clases, como los roles de prosumidores y redes de generación de contenidos a los que los estudiantes están acostumbrados vs la guía del docente como principal fuente de información y direccionamiento de la clase.
¿Qué pasa con los estudiantes y las tecnologías, fuera y dentro del aula? y porqué es tan importante hacernos esta pregunta desde lo educativo, en un mundo cuyas tecnologías están avanzado rápidamente y una escuela que sigue heredando problemas estructurales.
Esta inquietud se hace mucho más fuerte en medio de una pandemia, posterior a un año como el 2020, donde los procesos escolares se trasladaron de manera total, durante el tiempo de confinamiento- a la virtualidad; y que ahora, tras el regreso paulatino a clase presenciales, es imposible volver a como éramos antes del 2020, necesitamos integrar las tecnologías en clase pero ¿cómo?